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POSMODERNISMO, REDES SOCIALES Y LAS NUEVAS PAREJAS

¿Cuál es el rumbo de la pareja posmoderna?


Resumen

Desde el desarrollo de internet a la actualidad son infinitas las posibilidades que se le puede atribuir al solo hecho estar conectados. Una de ellas y seguramente impensada en sus comienzos, es la de poder establecer una relación amorosa ya sea casual o de pareja.

Desde hace un poco más de una década, el uso de las redes sociales (en adelante RRSS) se ha colado de lleno en prácticamente todas nuestras actividades, y es que se han masificado a tal punto que han llegado a convertirse no solo en una nueva forma de comunicación, sino que también de sociabilización.

Personas de todas las edades en mayor o menor medida hacen uso de sus dispositivos móviles y aplicaciones para una innumerable lista de actividades rutinarias, y es que actualmente, si no contamos con un móvil de última generación, es muy complejo pensarse siendo parte de las dinámicas que esta nueva sociedad nos demanda integrar.

El ámbito del sexo, las relaciones casuales, sociales y de pareja no es para nada la excepción, ya que estas dimensiones de la vida humana han encontrado en las RRSS un fabuloso escenario tanto para conocer a otros como para sostener relaciones afectivas y de pareja.

Pero, a pesar de que todos ocupamos las RRSS para un sinnúmero de actividades propias de la rutina moderna, todo este mundo es aún muy nuevo como para que se hayan integrado en el consciente colectivo los costos de depositar en “la red” aquello referido al mundo afectivo o social.

Palabras clave: postmodernismo; redes sociales; pareja; modernidad líquida; amor líquido;

“Los celulares ayudan a estar conectados a los que están a distancia. Los celulares permiten a los que se conectan… mantenerse a distancia.”

Zygmunt Baunman 2003


Introducción


Desde hace no muchos años, la fórmula más cómoda y a la mano para conseguir nuevas amistades o pareja tiene tres ingredientes, tecnología, RRSS e internet, de hecho un estudio de la universidad de Stanford, “How Couples Meet and Stay Together 2017” (HCMST 2017) asegura que un 39% de las personas se vale de las RRSS para conocer a otros, cifra que es un 22% más alta que la última medición realizada por ellos mismos en 2009.

Internet es una herramienta mediante la cual se puede buscar cualquier cosa que se necesite; en el mundo de las ofertas virtuales podemos encontrar un gran abanico de opciones para cada cosa; en lo que respecta a lo social pasa lo mismo, ya que las RRSS nos facilitan filtrar quienes califican como amigos y quienes no, también se puede elegir ser parte de grupos con los que se tienen en común ciertos temas u objetivos. En el aspecto referido a la búsqueda de pareja o de conocer nuevas personas con diversos fines, pasa lo mismo, la búsqueda se adapta a lo que se esté buscando.

Según el periodista de investigación Adrián López para la revista ACV (2019), respecto a este tema, muchas personas coincidieron en que, vivimos en una sociedad donde cada vez hay menos tiempo para nada, y la sola idea de conocer personalmente a alguien en una fiesta o de depender del entorno ya sea, trabajo, iglesia, bares etc., para empezar de cero una relación, suena muy poco viable y demasiado agotador; versus, la rápida respuesta encontrada en un amplio espectro de personas disponibles, que muchas RRSS específicas ofrecen para ello (López, 2019).

Mediante el uso de RRSS las personas, antes de tomar la decisión de conocer personalmente a otro, van filtrando desde lo físico a lo emocional, los gustos del otro, la compatibilidad, etc., reduciendo con este tipo de búsqueda, las posibilidades de error o rechazo cuando decidan que es momento de verse.

El mundo virtual de las relaciones favorece incluso, rehacer la vida inmediatamente después de haber terminado una relación de pareja, ya que si esto sucede, es demasiado fácil tomar un móvil y en muy poco tiempo conocer a otra persona. Dada esta realidad, las personas están cada vez menos dispuestas al compromiso, cada vez son menos las personas que optan por un “hasta que la muerte nos separe”.

Si bien muchos jóvenes y adultos logran alcanzar vía RRSS relaciones muy placenteras y satisfactorias de amistad o pareja, diversos autores describen al posmodernismo como un lugar donde aparecen las personas inmersas en una paradoja donde se sienten en la necesidad de conectar con otros pero, en un marco de libertad y de libre elección que responda al deseo inmediato y a la autosatisfacción.

En relación con el fenómeno de las parejas posmodernas, para Thomas, C. (2010), las parejas no suelen estar mutuamente disponibles emocionalmente en la vida conjunta, y es muy poco lo que se insiste o acentúa respecto a la importancia de lo que implica la indudable necesidad de incrementar esta habilidad o mejorarla y junto con esto, mejorar la calidad de vida de la pareja, ya que dicha disponibilidad sería una pieza clave en cualquier relación, porque esta es la llave que abre las puertas del verdadero deseo (Thomas, 2010).

Pero Sarquis C. (1993) da una luz de esperanza ya que según ella, aún ante la falta del encuentro oportuno de las fuerzas que hacen posible que una pareja se sostenga en el marco de una relación mutua y consentida, lo vivido no habrá sido en vano, tampoco las satisfacciones que intentaron transitar en un origen, ya que estas, pocas o muchas, testimonian sobre los procesos personales y de pareja que sin buscarlo evolucionan (Sarquis, 1993).

Marco teórico

Hace casi dos décadas, Zygmunt Baunman (2003) instauró el concepto de “amor líquido” en su obra que lleva este título, a través del concepto de lo líquido, Baunman nos comunica la idea de un amor cuya textura es muy ligera como algo que fluye y a la vez se diluye, algo difícil de consolidar o materializar, lo líquido es opuesto a lo sólido.

En su libro, el autor desmenuza el fenómeno que trae consigo la rampante individualización del ser, el cual está inmerso en un nuevo mundo donde los efectos culturales y sociales producto de la globalización han mermado en él a tal punto, que lo ha llevado a una licuefacción de los vínculos.

En su libro describe cómo los sujetos modernos, líquidos, se anteponen a sí mismos y a sus propias necesidades o metas respecto de los demás, y que las relaciones tendrían como objeto satisfacer un placer instantáneo, y que de no resultar una relación, con facilidad se desecha.

Respecto a cómo el hombre líquido describe el acto de vincularse con el otro, Baunman hace la distinción de como dichas personas preferían utilizar las palabras, conectarse o conexión (estar conectado) para referirse a relaciones o relacionarse; ¿Cuál sería la ganancia de este giro en el modo de referirse al hecho de relacionarse con otros? La palabra “relaciones” al igual que la palabra parentesco o pareja traen implícitamente consigo la carga del compromiso mutuo, sin embargo “la red” representa en sí, a ese todo que conecta y desconecta a la vez, en la red, los estados “conectado” y “desconectado” gozan del mismo estatus y son legítimos por igual. Por tanto el posmodernismo deja atrás al vínculo que une a la pareja para dar lugar a la conexión en el amor líquido (Baunman, 2003).

Según el Dr. En Ciencias Sociales René Pedroza (2017), la posmodernidad ha calado hondo en el rumbo amoroso de las parejas y la seguridad que estas representaban ha cedido su trono a la experiencia amorosa instantánea. El autor afirma que en las actuales relaciones de pareja se identifican rasgos posmodernos tales como el hiper individualismo, el hedonismo y el narcisismo, los cuales ponen en tela de juicio los mitos asociados a la monogamia (Pedroza, 2015).

De acuerdo con lo anterior, la Dra. en Estudios Sociales Paola Bonavitta (2015), afirma que el amor clásico romántico de los siglos XVIII y XIX pasó a la historia, ya que hoy en día las nuevas tecnologías y las RRSS a las que accedemos mediante ellas, han modificado no solo la forma de comunicar sino que también la de amar. Cada vez son más las personas que se conocen y vinculan a través de pantallas en un modo, superfluo, efímero, líquido.

¿Acaso son estas relaciones algo que no tiene sentido, o simplemente debemos aceptar que esto es parte del combo que representa la posmodernidad?

Es parte entonces de lo que es nuestra actual sociedad de consumo, un lugar donde todo tiene que ser al instante, en un aquí y ahora inmerso en un eterno presente, que todo debe cumplir con el afán de satisfacer necesidades instantáneas, egocentradas y efímeras.

Es así como, las relaciones líquidas, fruto del actual mundo líquido, transcurren, se diluyen, se evaporan; la pasión es cuestión de segundos y el amor se convierte en algo efímero, por tanto la perdurabilidad, ya no es una cualidad atribuible a los vínculos (Bonavitta, 2015).

A partir del uso generalizado de internet y las RRSS, se está produciendo una drástica transformación en las dimensiones de amor y sexualidad, hay una creciente tendencia a disociar al sexo de los sentimientos lo que genera un cuestionamiento al antiguo paradigma de amor romántico, estos cambios afectan no solo las relaciones cara a cara, sino que también a las que se producen en línea (Kauffman, 2010).

Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad Autónoma de Barcelona arrojó que más de un 85% de jóvenes y jóvenes adultos cuyas edades van de los 18 a los 29 años, cuentan con un celular de última generación conectado a internet, por lo que la tendencia a la comunicación por esta vía se ha universalizado en este grupo de la sociedad más que en otros (Smith, 2015).

Y es que los smartphones facilitan un sinnúmero de funciones a sus usuarios, entre ellas, un permanente acceso a la comunicación con otros y conectividad a toda hora. Es por esto, que los recursos digitales que están dispuestos para la comunicación, han influenciado la manera en que todos nos comunicamos, pero principalmente en los jóvenes ha impactado también en el modo en que buscan pareja o relaciones interpersonales.

Son muchísimas las apps a las que los usuarios de smartphones pueden acceder con el fin de conocer personas, pero lejos la mas usada para este objeto, es Tinder que cuenta con mas de 50 millones de usuarios adultos de todas las edades alrededor del mundo y que gracias a la geolocalización, además, muestra las personas que están cerca entre sí para facilitar los encuentros y la viabilidad de las elecciones. Si bien esta app es de descarga gratuita, ofrece opciones premium y gracias a esto, es la app que reporta más beneficios económicos (Sales, 2015).

Tinder por ejemplo, se presenta como una opción accesible para conectar con otros, y de alguna manera es el caballo de batalla al que los más jóvenes se suben para librar la guerra a sus propias dificultades para establecer relaciones de pareja, ya que ahora pueden hacerlo desde la comodidad del lugar donde se encuentren, y con esto, dejan de depender de conocer a otros como se hacía a la vieja usanza, es decir a través de los grupos de amigos, bares o trabajo (Newett, Churchill, & Robards, 2017).

En algunas reflexiones que el Dr. en Sexualidad humana, Manuel Lucas Matheu nos ilustra en su libro “Sed de piel” (2009) es muy impresionante como sumidas en la actual sociedad de consumo las personas sacan provecho de las conexiones que realizan para satisfacer su propio placer y cómo, como seres humanos hemos caído en la trampa del consumismo al punto de ser partícipes del mismo con lo que más debiera importarnos, los afectos; como seres del mundo moderno, hemos comprado la torta de lo que nos relata el posmodernismo y sin cuestionarnos demasiado actuamos en consecuencia. Las relaciones humanas han llegado a un punto tal de superficialidad, que los problemas de sexualidad se intentan resolver en el cirujano plástico y no en el sexólogo (Lucas Matheu, 2009).


Desarrollo

Dado lo anteriormente expuesto, la pregunta de esta monografía es ¿Cuál es el rumbo de la pareja posmoderna?

Giddens (1998) habla sobre lo significante que será, la histórica transición que va desde el amor romántico hacía un nuevo amor al que él denomina confluente; uno totalmente distinto del otro, por un lado el primero considerado como amor tradicional y asociado a la versión idealizada de relación afectiva, y por otro lado el segundo, que nos plantea una experiencia de conexión libre sin ningún tipo de ataduras encajando a la perfección en el marco de la sociedad actual, donde todo es superficial, inmediato y fugaz (Giddens, 1998).

Tal como figura en la introducción de esta monografía, son las personas relativamente más jóvenes en nuestra sociedad actual, las que prácticamente han crecido a la par de los avances tecnológicos y que por tanto han adquirido naturalmente esta nueva forma de socializar y comunicarse, formas que van más allá de lo directo y personal, ya que a partir de los avances que nos ha otorgado la tecnología han emergido en el ciberespacio nuevas formas de establecer comunicaciones con los demás (Capdevilla 2010) y según los estudios centrados en estos temas, los jóvenes prácticamente en su totalidad hacen uso de las RRSS (Gómez et al, 2012).

Así como los adultos de mediana edad presentan mayor tendencia a establecer relaciones más serias y duraderas, en los adultos jóvenes hay más probabilidades de observarlos entrando y saliendo de las relaciones e inmersos en más proporción que los primeros, en relaciones casuales (Cohen et al., 2003).

La intervención de la tecnología en las relaciones afectivas se sustenta en elementos que hoy en día prácticamente todos tenemos a la mano, los cuales van desde la tecnología comprendida por computadores y teléfonos celulares hasta las aplicaciones y redes sociales que unidas en la red mediante internet, facilitan a las personas que puedan estar presentes no solo en el mundo globalizado de sus trabajos, estudios o compras, sino que también, esta es una plataforma que permite en muchas medidas, sostener y perpetuar conexiones con todo tipo de personas, y además, mediante aplicaciones específicas, los usuarios pueden encontrar a otras personas de su entorno que aún no conocen y con las cuales podría ser posible entablar una relación.

Por tanto este cambio de rumbo en la forma de las relaciones afectivas, donde la tecnología es la intermediaria o por decirlo de otra forma, una “Celestina” moderna, se hace necesario reflexionar si acaso esta nueva configuración de las relaciones amorosas, contribuye a la descomplejización de las relaciones sociales o a un camino donde se abre una nueva forma de vincularnos y de la cual ya no hay vuelta atrás (Bonavitta, 2015).

Vida amorosa y posmodernidad

Una identidad movediza, hedonismo e hiperindividualismo son los rasgos más marcados de la sociedad posmoderna. Es movediza porque su identidad cambia de acuerdo con el actualmente volátil rumbo del deseo; hedonista porque una vida que se rige por el deseo tiene como sustrato el goce y el placer; finalmente la indiferencia y la apatía son las características del hiperindividualismo.

Estas nuevas características sociales, acarrean cambios tales como la liberación del goce en el mundo amoroso donde cuan imagen del hedonismo de la fiesta perpetua, los significantes del “otro” en singular se rompen para adoptar los significantes del otro social. Esto se manifiesta mediante el síntoma de una relación amorosa vacía, y con parejas que viven el momento, el día, cada vez menos comprometidos en el largo plazo y mucho más pendientes de si mismos, en lo personal, social, profesional, amoroso y afectivo (Pedroza, 2017).

Baunman (2003), en su libro “Amor Líquido” describe la fragilidad a la que están sometidos los vínculos entre las personas en el marco de la ambivalente modernidad líquida, donde los vínculos se enlazan en un complejo nudo donde deben estar amarrados pero desamarrados a la vez, lo que genera inseguridad e incertidumbre. En el prólogo de su libro, Baunman refiere que tanto los hombres como las mujeres, en estos tiempos de modernidad líquida, no solo están ávidos, sino que mas bien se podría decir que están desesperados por conectarse y relacionarse, ya que hacerlo les otorga un marco de seguridad en un entorno en el que se saben fácilmente desechables, sin embargo, en la paradoja de esta búsqueda, se genera cada vez más rechazo y desconfianza de estar fuertemente relacionados o “relacionados para siempre” ya que esto se opone a la posibilidad de seguir relacionándose con otros, o los limita.

Frente a la expansión de la tecnología, las “relaciones” entre humanos pasan a denominarse “conexiones” las cuales en suma, forman una red compuesta de muchas otras redes, es aquí donde el vínculo amoroso pasa a ser una conexión mas en la red de la pareja; hoy en día, hombres y mujeres anhelan vivir sus relaciones desde la conexión, ya que esto les permite si lo desean, desconectarse, entonces el amor depende de la fortaleza de la red en la que está conectado.

Atrás quedaron los síntomas de confusión y malestar que traían consigo los compromisos; en la posmodernidad la pareja se “conecta” a la experiencia de un vínculo amoroso, el mundo de lo romántico alcanza límites a voluntad, y si el romanticismo o el deseo como tal no satisficieran lo suficiente en el mismo instante en que tiene lugar su consumo, con solo presionar la tecla delete todo termina, abriéndole paso a nuevas experiencias, expectativas y opciones de conectar; esto evita el deber y la carga agotadora que representa una relación tradicional, sin embargo, la falta de compromiso y la desconexión que propician la condición de las rupturas a voluntad no evitan para nada el riesgo que supone la angustia que genera la ambivalencia que habita en la modernidad líquida (Baunman, 2003).

En el libro de Beck (1988) “La sociedad del riesgo”, Hacia una nueva modernidad, se destaca la afirmación respecto a que hombres y mujeres han cambiado tanto en lo individual como en lo social, es así que, en este contexto podemos apreciar como la vida amorosa y la sexualidad van caminando a la par con todos aquellos cambios que también han ocurrido y ocurren para todos en los planos de la economía, la educación y el trabajo, los cuales de alguna u otra forma, nos han impactado a todos (Beck, 1988)


Factores que inciden en la elección de pareja en el plano de las aplicaciones móviles y en el plano real

A diferencia de las webs de citas basadas en cuadrar los datos de los postulantes para generar parejas o mejor dicho “citas basadas en la ciencia”, Tinder por ejemplo, ofrece una plataforma muy práctica a la que las personas pueden acceder para comenzar a elegir, para ello cuenta con un campo donde las personas se describen no mas allá de los 500 caracteres, cuenta además con un espacio para una pequeña galería de fotos; y gracias a la geolocalización las personas pueden optar por conectarse con aquellas personas que figuran geográficamente hablando, más cerca; esta app, no cuenta con algoritmos de compatibilidad, por tanto la elección queda totalmente en las manos de quien la hace, siendo el motor principal para la elección de personas en este tipo de apps la apariencia física, lo que cuan mercadería en una vitrina, da lugar a una cosificación de las personas expuestas (Finkel et al., 2012; Timmermans, & De Caluwé, 2017).

Por otro lado, hace ya casi 30 años, Feingold (1992) estudió los factores que determinan la elección de una pareja en el mundo de las interacciones cara a cara, concluyó una serie de pasos o etapas muy similar al que las personas usan actualmente para conocer o conectar con otros mediante las apps, ya que para este autor, la elección de pareja consiste en un proceso donde a partir de una serie de factores se van eliminando los candidatos menos aceptables.

A continuación una breve comparación sobre cómo los factores que postuló Feingold en 1992, están directamente relacionados con los factores que hoy en día favorecen que las personas se conozcan a través de las apps (Feingold, 1992):

5 Factores que inciden en la elección de pareja, Feingold (1992)


Proximidad

Feingold: Es decir cercanía geográfica, dos personas que están cerca tienen más probabilidades de concretar una cita.

Apps.: Las apps de citas cuentan con geolocalización para facilitar que las personas puedan conectarse con otros que estén cerca y cambiar la ubicación en caso de desplazamiento o viajes.

El atractivo

Feingold: Centrado en el aspecto visible, en lo que se observa pronto, y que en gran medida se utiliza para discriminar parejas potenciales.

Apps.: El principal anzuelo para capturar la atención mediante una app de citas son las fotos ya que este es el medio utilizado para lucir sus atributos, también comunica lo que expresan en una imagen a partir de la actitud corporal.

La similitud

Feingold: Las personas tienen mayor tendencia a emparejarse con aquellas personas con las que comparten ideologías, clase social, educación, cultura, etc.

Apps.: En el campo de descripción personal dispuesto en las apps aunque consta de pocos caracteres, las personas se refieren a sus gustos e intereses, en muchos casos se pueden ver los gustos de una persona mediante lo que exhiben en sus fotos.

La reciprocidad

Feingold: El objeto es a la vez sujeto, y no basta con percibir al otro como atractivo o deseable, el sujeto también debe percibir que la atracción que siente es recíproca.

Apps.: En las apps de citas, el hecho de que simplemente alguien te guste no es suficiente; solo pueden iniciar una conversación aquellas personas que han elegido sus perfiles mutuamente, es decir, donde la atracción ha sido recíproca.

La complementariedad

Feingold: Se percibe al otro como una posibilidad de expansión de nuestro Yo.

Apps.: En este lugar el posmodernismo ha generado cambios, las personas en este plano ya no buscarían expandir su Yo, sino mas bien la autosatisfacción del deseo inmediato y de conectar. (Elaboración propia)


Para concluir la idea de Feingold, el afirmo que estos son los factores que estarían directamente involucrados en que las personas tengan más o menos posibilidades de encontrar pareja, aunque habla también de un último factor que tiene que ver con la disponibilidad, ya que las personas tienden a casarse con las parejas que se han dado en el momento adecuado, por ejemplo cuando ya han adquirido cierta estabilidad económica (Feingold, 1992).

Volviendo al último punto del recuadro comparativo de los factores que inciden en la elección de pareja según Feingold y por otro lado las apps y donde se puede apreciar como el posmodernismo entra en escena, se hace necesario volver a Pedraza (2017) quien afirma que es en el imperio del Superyó que tiene lugar en nuestros tiempos, donde se han construido las significaciones de lo que es una pareja, lo que abre las puertas de una fenomenología de vida donde los vínculos ya no son duraderos, donde lo instantáneo en la felicidad que vive una pareja inmersa en la fiesta perpetua, al esfumarse, solo deja una abrazable libertad y un rotundo no a las responsabilidades que la sociedad argumenta como correctas, lo que definitivamente limita fijar vínculos amorosos duraderos (Pedraza, 2017)

Sin ir más lejos, el estudio realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona arrojó como resultado que las personas que ocupan Tinder sacaron altos puntajes en materia de búsqueda de nuevas sensaciones sexuales y de compulsividad sexual, son mas propensos a tener relaciones sexuales dudando respecto de si las quieren tener o no y son las personas que en relaciones casuales hacen mayor uso de preservativo (Wu, 2019).

Esta investigación comprueba la hipótesis y los resultados presentados en 2009 por Sprecher y Sprecher, quienes en ese momento pudieron afirmar a ciencia cierta que las personas en contextos digitales son mas abiertas a disponerse a encontrar parejas sexuales (Sprecher y Sprecher, 2009).

Sin embargo Tinder no estaría directamente relacionado con el número de parejas sexuales que las personas tienen al mes, lo que en gran medida se condice con el resultado de la investigación realizada en 2016 por Smith y Anderson, donde concluyen que los datos obtenidos apuntan a que un tercio las personas usuarias de las apps de citas, no había concretado ninguna cita con ningunos de sus matches o coincidencias, es más, el colectivo conformado por hombres no usuarios de apps, fueron los que más parejas sexuales tenían (Smith y Anderson, 2016).

Es así que Griffin et al. (2018) al describir las principales razones por las cuales la gente usa estas apps, refiere que estas son “divertirse” y “conocer gente nueva” lo que barre con la creencia de que estas apps son plataformas sexuales dejando en evidencia la inminente necesidad de las personas por conectarse de la que nos habla Baunman (Griffin et al, 2018).

Finalmente otro estudio realizado en personas jóvenes entre 18 y 30 años afirma que un tercio de estas personas dejaron de hacer uso de estas apps porque iniciaron una relación o conexión con personas que conocieron por ellos mismos ya sea de su círculo o del entorno, es decir un alto porcentaje de este tipo de usuarios de apps para citas, lo hace para establecer relaciones independientemente de si habrá o no un encuentro o un contacto físico casual (Newett, Churchill, & Robards, 2018).


Conclusión

En definitiva la respuesta a la pregunta central de esta monografía se podría resumir simplemente en una sensación de incertidumbre de cara al futuro, pero que sin embargo da lugar a muchas preguntas y cuestionamientos que vale la pena abordar y profundizar; ya que sería muy complejo deducir a priori, el rumbo de los nuevos tipos de amor que la tecnología nos brinda, en estos tiempos donde hay una exacerbación del Yo y las personas están obsesionadas por su imagen tanto virtual como física, lo que prima es la propia construcción del ser en su individualidad sobre una base de insatisfacción, exhibicionismo y soledad; habitamos una era en que las personas construyen a su gusto y piacere la imagen de sí mismos que desean ver en el espejo de la sociedad.

Por otro lado, el gran crecimiento que gracias a la tecnología representan las vías de comunicación con las que hoy contamos, es indiscutible, pero este fenómeno no necesariamente significa que ha mejorado la comunicación o el diálogo entre las personas.

Ha cambiado la forma de vincularnos, han cambiado las necesidades de la pareja, ha cambiado la forma de dialogar o mejor dicho, de conectar, por tanto el contenido del discurso también se modifica.

¿Estábamos mejor antes de la tecnología o ahora? Ni una cosa ni la otra, lo cierto es que la realidad cambió hacia un mundo donde las personas han optado por simplificar las relaciones saltándose el paso del amor romántico con perspectivas de futuro.

Y aunque sería muy rudo anticiparnos a definir esta era como el tiempo en que se le puso punto final al romance, si podemos decir a ciencia cierta que el amor ha cambiado sus pautas y que hoy en día para atraer la mirada de otro tan solo basta con poner “me gusta” en alguna de sus publicaciones.

En esta nueva era de globalización, capitalismo y posmodernismo debemos darnos el espacio para reflexionar respecto al paso a esta nueva forma de amor cada vez más complementado y mediado por la tecnología, lo que está llevando a que las personas poco a poco sustituyan por los medios virtuales, los encuentros cara a cara.

¿Qué pasa después, con estas parejas formadas en el medio virtual si la conexión prospera?¿Qué pasa con las expectativas puestas en estas relaciones cuyas bases han sido forjadas en la búsqueda y selección de rasgos específicos y la apariencia?¿Cuáles son los riesgos de encontrarse con la realidad del otro, después del espectáculo que representa la imagen de nuestro propio alter ego expuesta en las redes con el único fin de atraer, versus la realidad de nuestro propio ser, de nuestros temores más honestos y profundos al desnudo y frente a otro; y el peligro que representa para nuestro falso self el derrumbe de la imagen social que hemos construido?

Hoy en día vivimos en una paradoja donde por un lado tenemos un cuerpo social al que le volcamos toda nuestra atención, y por el otro un cuerpo interno vivido que va nutriéndose de lo que de vez en cuando le permitimos atreverse a vivir.

“No voy a decir te quiero por miedo a mostrarme débil”, “no voy a abrazar porque no me han abrazado”, “no voy a hablar de lo que siento porque abrirme puede volverme vulnerable” entonces es así que, mientras el cuerpo físico toma la forma de una armadura social insensible y poderosa, por dentro nos quedamos cojos y carentes de experiencias afectivas reales.

Pero, si alimentamos ese cuerpo de la experiencia y lo capacitamos para que se deje ver, y lo alineamos con nuestro cuerpo físico, nuestras posibilidades serían infinitas.


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